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por Pablo de Rokha
Lírica y épica,
señorial y popular, mínima y máxima,
precisamente como da su estilo
los términos dialécticos de la contradicción procreadora, su poesía es la primera poesía femenina de América y del siglo, (entendiendo lo femenino como lo que genera madres
de hombres),
y uno de los más altos y anchos hechos contemporáneos.
Alma del mundo,
produce lo angélico dionisíaco, porque nada y nunca
fue tan aterrador, misterioso, estupendo, confundido
y clarividente como el candor infantil de la
genialidad, y Winétt posee el triple
signo del fuego, de la tierra, del hierro sobrenatural de
los predestinados, en dual alianza
con el "realismo
popular constructivo" de su lenguaje,
que es el lenguaje directo y concreto de su gran personalidad interna.
Por eso, haciendo un trabajo de violeta y de abeja, da espanto.
Y toca la tiniebla
forjando el celestial
retrato de los orígenes,
e iluminando "LO
SAGRADO" escarba el infierno de la tragedia
social de los pueblos: LO HUMANO.
"ERA DE LA MATERIA DE LOS MÁRTIRES," sí, y DE LOS HÉROES Y DE LOS
LÍDERES.
Porque adentro, en los subsuelos esplendorosos de su espíritu, están abiertos dos hechos
tremendos:
el terror de existir"2 y
el terrible, insobornable, enorme valor moral de los iluminados sublimes, y lo estarán
por los siglos de los siglos, aunque nadie lo viese nunca.
Su gran poética lo está gritando.
Conozco cobardes y valientes y jamás encontró
mi corazón entre varones y mujeres,
criatura más valerosa que esta fina y celestial niña en todas
las épocas de su existencia.
No equivoquemos entonces, al penetrar los subterráneos de su ser creador, la dulzura con la blandura, porque era dulce, pero "fuerte como la muerte."
He aquí, pues, el contenido
general de su expresión, del que se desprende la vocación social de su estilo,
el estilo más audaz de cualquier y toda mujer americana o de "la vieja
Europa," y el más homogéneo y cíclico en lo femenino
continental definitivo: el estilo creador, nuevo
y suyo.
No es una poetisa "GLANDULAR," es una poetisa "MATERNAL," es decir, mujer,
mujer-amor, mujer-pasión, mujer-dolor, mujer gran POETA e inefabilísima.
La ternura desgarradora es su índice,
y su aptitud para el sufrimiento es el contralor doloroso de su espíritu de heráldica, en el cual el español y el escocés batallan con el indio imperial de las caídas patrias aborígenes. Winétt, de ayer y de mañana, es eterna
como la especie. Ciudadana del Universo, chilena
de hechura, y la luz de la nacionalidad,
hija del siglo y del tiempo, logra la forma de la época, y avanza en lo clásico humano, del género humano,
y la humanidad es su bandera, porque al conquistar la libertad universal de la muerte, formula
una gran entrada
histórica al antiguo
y divino mundo
de los mitos y se transforma
en caudillo del alma, ella que fue superior al éxito y a sus esclavos. La predestinación para la tragedia va escrita en su frente grandiosa
de estatua
en flor, y su ser poético esencialmente dramático y singular
relampaguea, como un gran diamante, entre los grandes proscritos
de América y América la escucha ya, por encima
de su propia
sombra roja.
No arrastró su genio a la siga del suceso
o del reflejo del suceso en la vía pública; no; destinó su creación única al pueblo eterno,
y en lo eterno vivió, en lo eterno creó, en lo
eterno murió embanderada de eternidad, en la heroicidad de lo horrendo.
Construye un lenguaje
propio, personal
e insobornable, audacísimo y realísimo,
en el cual gravitan
enigmáticamente todas las cosas que atañen a lo humano y un calofrío de inmortalidad lo circunda.
No se espanten los superfluos si creyendo encontrar
la simple belleza, los asalta la garra sagrada de lo sublime inusitado... Porque, adentro
de tal idioma, las lenguas humanas
se confunden y emerge "lo mágico" ensangrentado, clamante, estupefacto, como un atado de llamas a la grupa de la sombra definitiva o como una eternidad pura.
No hay ninguna mujer de estos tiempos que alcance su configuración gigante
en la literatura de todos los pueblos.
Premiadas y congratuladas, se hundirán en el gran olvido, mientras
Winétt, nueva
e ilustre, surge como un chorro de sol desde adentro de las encrucijadas del siglo con desgarramiento soberbio de épocas.
Es que es eterna,
porque fue honesta, creando o viviendo, que era para ella exactamente lo mismo.
El pudor y el candor la orientan,
pero el pudor y el candor trágicos. Por lo cual
asoman las formas de lo tremendo en su vocabulario, y desprecia la rima y su pobre astucia retórico-poética, de la
cual extraen su oratoria literaria exitosa los poetas
de menor cuantía y mayor renombre, elaborando un compás tan bestial que hipnotiza por cansancio. Winétt no engañó
al lector con pasión forrada
de palabras asonantadas, sino que lo respetó porque exigió
respeto y es respetable. La mentira de la poesía
por la poesía
no la halaga
y escribe en diamantes sangrientos, aunque es sangre de flor la suya, y como
es sangre de flor y alumbra la columna floral del poema, no la ve el ojo ambiente y la ignora.
Es difícil su estilo, pero no obscuro. Estilo
de cadena, de espiral, de espada de oro que destila miel saliendo del infierno colosal de la vida. Estilo del destino y del abismo
del destino, constituye su expresión inefable. Y la expresión americana, la condición americana, la rebelión
americana, por ser chilena, contra la sombra de los milenios de miseria, de congoja, de ausencia.
Es el quejido maternal de América en el gran poema logrado de una mujer justa, y
la voz de los ancestros herméticos, y su obra es la expresión de su vida, trágico-dramáticamente sublimada y superada en lo mitológico y del rumor otoñal de su melancolía.
Como era una niña, aun en los últimos tiempos
de fuego y horror, su arte tan grande
y homogéneo, aterra como la pregunta infantil, y arrastra el sentimiento de la justicia social , y el sentido de clase que
relampagueaba en su actitud preclara y democrática de índole, y absolutamente revolucionario-marxista de convicción y doctrina. Fué la más
modesta de las grandes figuras de la poesía americana,
siendo la poetisa más excelsa y más egregia de su época. Tenía la medida precisa del decoro y de la autoridad, que ejercía con
alegría de corazón y majestad de soledad marina, y era tan tierna porque era tan
buena que apenas se notaba
su presencia absolutamente interna
y absolutamente sujeta
a la voluntad suave, pero grave y definitiva que reflejan sus poemas. Ayudar la necesidad
de estímulo y no herir
nunca, no herir
a nadie jamás,
a nadie sin objeto, para no gozarse
ni con la herida,
ni con restañar la herida, son el fondo
de su canto y de su hecho
como criatura. Por eso veía el alarde espectacular sonriendo, como sonriendo dio el pecho
a sus hijos y como sonriendo
nos escondió el dolor para no debilitarnos en la gran empresa total
de la vida; por eso, adentro de ella había tanta dulzura como afuera y todo era bello
y bueno en su ser perfecto; y por eso tenemos que rehacer la literatura
americana, a la manera de esta mujer-obrera del mundo de los sueños eternos, que agranda
lo objetivo
en lo subjetivo definitivo y heroico y eterniza lo cuotidiano sembrándole adentro lo infinito, por lo infinito regido y estatuido.
Amaba al pueblo
y el pueblo
la amaba, y la amaba por su sencillez
grandiosa y porque
ni lo halagó, ni lo aduló, ni lo engañó como tantos otros, utilizándolo.
Más que la gloria nacional,
va a alcanzar la gloria popular
de Chile, la gloria popular del Continente y del mundo, pues en virtudes popularmente supinas expresó su enorme poderío creador literario, sin histrionismo, sin SNOBISMO, sin arribismo, transmitiendo
el estupendo misterio horroroso de la existencia.
Así como relampagueaba la belleza social en sus costumbres y en sus canciones,
alumbra hoy la sombra eterna que la circunda, sin anular su alma, superior al destino del hombre.
Y si fue de dulce índole y condición
pacífica, lo fue en carácter de sol, en sol de
pasión fundida, sol de pasión y de dolor, sol de pasión más allá del placer, heroicamente
ya hecha entera como del sol de la piedra:
traía la substancia terrible y sublime
de los que van a vivir para siempre en el corazón de los pueblos y no van a morir en todos los siglos de los siglos,
adentro.
Por eso el respeto
y la autoridad monumental que la acompañaban, siendo una criatura pequeñita,
una criatura menudita e ingravidísima, eran la presencia de su ser interior profundo y son la extraña potencialidad obscura y deslumbradora de su acento magistral y sin alevosía, saturado de contenido y de arcaicas gentes de siempre.
Así, frente a nuestras caídas de varones fuertes, (porque son los fuertes varones precisamente los que tropiezan consigo y resbalan),
ella tenía un perdón sin rencor, pero
sin olvido, que era un latigazo de ternura
y que es la misma consigna de estupor de sus
cantos, en los que está presente
y rugiente, a la sordina,
la autenticidad aterradora de la naturaleza NATURAL,
sublimada por la naturaleza SOBRENATURAL del arte.
Es decir, lo
natural aumentando lo natural: LO BELLO.
El color de las glicinas era su color de amor, y la violeta la flor de su alma, la flor ejemplar, porque adentro del gris-azul
perfecto, la melodía de su suavidad
se extiende naturalmente como en una gran agua de fuego
celestial, que da esplendor a las categorías
y finura al lenguaje de su finura.
Fluía sin malicia el juicio desde
su cerebro de luz, y es su vida quien
habla, cuando habla, porque entre
su persona y su expresión no hay distancias.
De adolescente cantaba
con voz de soprano,
las hermosas arias
de antaño. Era como
la alondra de la aurora finisecular del romanticismo, el año 15, a los veinte años, en su dulce
y triste silueta,
y devino hija del pueblo,
por la honradez temperamental rotunda. Fue la biznieta
de los pioneros de la minería
venidos a menos en la vecindad metropolitana y su canción los cantó sin proponérselo.
Llenaron su coche de flores cuando "Juana Inés de Cruz" saludó a D'Halmar en el
Salón de Honor del Ateneo, y cantaron los poetas su belleza.
"Cantoral," "Oniromancia," "El Valle Pierde su Atmósfera," dan la medida de su genio
y se van logrando, escalón por escalón,
como la catedral
gótica, que tanto
amaba,
o como la música de Bach, que sorprende tremendamente con el número regular del ritmo, en el que lo imprevisto y lo inaudito
gravitan sin sorpresa. No pretende espantar,
y espanta. Pero espanta como el niño o como el genio,
cuando el niño y cuando
el genio
se producen
simultáneamente, a la misma altura.
Todo gran amante es un gran verdugo; ella no era la enamorada asesina que fue Judith, sino la enamorada compasiva que fue Raquel,
sembrando su misericordia sobre el amor, que es terrible;
canta la entrega y el sufrimiento ideal amoroso de gran crucificada cuando canta.
Winétt fue mujer por encima de todo: cuando reía como una cascada de sol,
cuando lloraba y se llenaba de tiniebla el mundo. Sus amigas del colegio la recuerdan
soñadora, y camarada. Porque, soñadora y camarada, saboreando los frutos chilenos
del mar o de la tierra y el gusto del campo, creó su obra enorme y está presente aquí
con la ingenuidad ultranatural del rocío, como lo estuvo entre nosotros durante un minuto frontal de treinta y cinco años. Quería y sufría como mujer y, como mujer, vivía, es decir, su espíritu
andaba entre espinas. Pero el hecho de fuego de lo cosmogónico no chocaba con su figura, tan ingrávida como el dorso de una gran estrella de oro y tan ceñida de potencialidad heroica como una multitud o un poema. Estaba completamente forjada y tallada en material inaudito. Lo cual hacía la herida de la existencia más profunda y la sensibilidad abierta a luz de piel, temblando,
tiritando, acumulando el sufrimiento en el desconsuelo total de un gran violín hecho con
nervios sangrientos.
No conoció la envidia, el rencor, la venganza
ni el oportunismo porque fue superior
a la propiedad privada y superior a todas las formas de neurosis que engendran la riqueza
o la pobreza acumuladas por los explotadores.
Compadecía a la mujer embarazada, a la cual amaba, y alguna vez compartió su
pan y su vestido
con ella; pero no hizo la caridad
que humilla y produce
el gozo de herir dando; no, Winétt tenía la grandeza real de no imponer su grandeza ni hacerla sentir
siquiera; por amor a la humanidad dolorosa.
Era como era y lo era espontáneamente, como lo es en sus grandes poemas:
un ser doliente por demasiado celeste.
Jamás le oí una palabra
burda o bastarda, y no humilló nunca a ninguna
persona de condición modesta;
ejerció su autoridad superior como amiga; y eso refleja su vocabulario:
la gran amistad mundial de quien entiende todo el dolor
del mundo.
No estuvo al servicio de la popularidad, ni la popularidad estuvo al servicio de ella;
la despreció por amor al pueblo;
como por amor al pueblo escribió el canto a Lenin en 1940 y todos
sus cantos.
Su vida no fue una vida: fue una gran pelea desigual
con la existencia: una epopeya,
y su muerte no fue una muerte, fue mucho más que una muerte:
fue un asesinato y un martirio, porque la asesinó la naturaleza asesina, sí, la naturaleza asesina,
la naturaleza asesina, apuntándole todos los espantos y el horror del horror al capullo
matinal del ser maravilloso y sin defensa.
Pero, lo grandioso
es que en Winétt, ni la heroína supera a la poetisa, ni la poetisa
supera a la heroína,
pues, precisamente se da en su personalidad el equilibrio colosal
de
los VALORES,
a cada pisada del destino, por la unidad definitiva.
Fue una de las muchachas más bonitas de su tiempo. Venía de la pequeño-burguesía florida de lágrimas, y su padre es un General de la República, es decir, cargaba a la espalda toda la polvorosa y antañosa angustia
de mi pobre y humillada clase, de huéspedes
en transición al proletariado, o arrastrándose por caminos plutocráticos. La idolatraban nuestros hijos todos y yo sigo estando de rodillas.
Su presencia espiritual
era como la estela de la estrella y nadie sentía su peso enorme e irreparable: tal delicadeza llevaba. Figura
en penumbra de amanecer parecería y parece.
Por encima
de la retórica y la poética
creaba la lengua inmensa
del proletariado femenino americano.
Hablaba el inglés maduro y profundo de sus antepasados de Escocia, el inglés
de don Domingo Sánderson,
el políglota, su abuelo, el abuelo ilustre, el abuelo que
le dedicó las obras de Byron así: "A MI NIETA DE SIETE AÑOS, SU ABUELO Y
ADMIRADOR," el inglés sobrio, marino, recio de la santidad y la piratería y amaba los niños, pues de igual a igual, jugaba con sus nietos y sus nietas; recitaba en su
juventud, con voz melancólica de laúd otoñal y tocaba o creaba ejecutando
las viejas baladas de los países del mar, poniendo su acento -lágrima de pasión y de dolor melodioso en el teclado; multiplicaba la virtud provincial de su gran abuela paterna que venía de la familia de los Urzúa, de Curicó, y siendo apasionada,
era muy sobria, por
lo cual, relampagueaba en los postreros años su condición
de eternidad que, venciendo el complejo de resentimiento del enfermo alcanzaba
la serenidad y en la serenidad
brillaba y jugaba la paloma azul de su alma: durante cien noches estuve solo al pie
del
lecho de fuego que la acariciaba y la vi esconder el dolor como un tesoro negro;
no odiaba, juzgaba, estaba más allá de la mentira, y creaba rigurosamente; era la más
joven de todas las hijas y los hijos, y ellos y ellas la miraban admirándola
como a la hermana
más amada.
Adentro del corazón le ardía la religiosidad atea, no el catolicismo, y era una gran
dyonisíaca del cerebro.
A sus ojos de sombra y miel correspondía
la bandera negra de la cabellera, en la
adolescencia, y el albor inmortal en los días maduros y su mirada era tan dulce
que daba espanto, porque rimaba con la estampa desinteresada de su carácter tan celestial
y tan vertical como el yo en su gran poema indefinible.
Desinteresada de bienes falaces y dineros, únicamente
su intuición y su franqueza
se compararían con su ternura al ningún interés por las
MERCADERÍAS.
Amorosa y novelesca, dominaba
las artesanías de la cuotidianidad y, como o AC TUABA O SOÑABA, no conoció el "spleen" del snob ni LA LITERATURA, desde el entonces en que escribió a los siete años no vividos, "LA VIEJA CASITA," firmando: "LA AUTORA, LUISA
ANABALÓN," e ilustrándolo con figuras incomparables.
Era la artista total y desde
dentro de las médulas.
Sin vanidad,
pero con orgullo, y sin énfasis,
la lección de honor de su carácter
daba a cualquiera un código. Tenía del SEÑORÍO
un concepto popular
y democrático, porque
LO
PATRICIO era la esencia de su arquitectura: por eso, entonces, cuando nos perdonó
las grandes
caídas que tuvimos,
se presentó al desnudo
la gran incertidumbre del macho valiente y la inmensa
fuerza materna de ella,
y aquello nos castigó el alma con un látigo
de amor colosal, que nos humilló
grandiosamente. Su rectitud
no hería, porque estaba absolutamente exenta de proselitismo magistral, manteniéndose fraternal
y nítida como todos los que conducen.
Cuando la calumnia, el oportunismo, la mentira y la soledad nos mordieron tene-
brosamente, ella estuvo llena de coraje santo y de dominio insobornable, por encima de
la canalla desaforada.
Exactamente se sorprende el lector de Winétt de Rokha, cuando una imagen salta como
un tigre sobre el poema y asusta a las palomas del canto: es la verdad estética feroz,
adentro de su finura incomparable. Pero lo nuevo de ello está en la organización perfecta
de aquel organismo literario. Porque su gran sistema metafórico, único en la poesía de su
época y asombrosísimo, es de un rigor que da pavor y respeto. Y el orden inmortal de la
belleza. Por lo cual diremos que unía la intuición central
de la creación al juicio enorme
y a la convicción de que EL ÉXITO NO DA JAMÁS LA MEDIDA DEL VALOR DE UNA
OBRA. Así se comprende que no utilizara, por ningún motivo, recursos ajenos
a la
poesía, para la poesía.
Y que pudiese ser tan retraída
y tan apartada de los bullicios
populacheros y tan respetuosa
del pueblo, porque Winétt idolatraba al pueblo y lo iluminaba como una gran marxista-leninista-stalinista. Su arte trágico y popular, como el arte de
los antiguos griegos,
es una gran proclama.
Porque ella saturó
de eternidad los sucesos y
no estampó los sucesos en la literatura, resolvió los sucesos en la literatura, según la ley del arte
y su lenguaje, fijando los eternos caracteres
típicos de su época.
Criatura inmensamente delicada,
recibió con estupor la espantosa injusticia del destino,
pero su cuerpo de acero celestial no esquivó el horror, afrontó el horror y lo derrotó superándolo hasta caer vencida en la tumba y vencedora en la inmortalidad victoriosa
de sus poemas dolorosamente
eternos.
Construyó "EL VALLE PIERDE SU ATMÓSFERA" como la cima egregia de su himno,
con la materia social del Continente, y nunca a ninguna mujer le fue confiado
por el pueblo un lenguaje como el suyo, tan hecho de fuego y sueño y hierro, con el
cual Winétt alcanzó una de las más sólidas jerarquías del ARTE, y la más singular de
todos los tiempos.
Emergen del andamiaje de hoy que levanta la creadora estupenda,
los ritmos proteicos
de América
y el Asia enorme grita su amarillo, su azul, su encarnado y su negro de luto colosal en el vocabulario sangriento y preñado de especie.
De ahí, entonces, lo inaudito
y aterrado de su voz angélica,
y lo horrorosísimo
de aquella belleza tremenda
que, únicamente el Allighieri o Lautreamont
o Rabelais lograron. Es la niña-abuela colosal quien revive la colosal
voz del ser humano. Y a la ribera del rugido de la zoología gutural,
el temido feroz y atroz de los explotados, de los expoliados,
de los humillados del Hemisferio
del Paraíso del látigo imperialista, en el cual restalla sobre las espaldas
ensangrentadas del nativo, el rebenque del gamonal negrero, y ella recoge el gran lamento,
LUCHANDO POR EL PAN, LA PAZ Y LA LIBERTAD DEL MUNDO en enormes y trágicos renglones.
Porque su poesía fue su militancia.
Nacida en 1894,3 en
Santiago de Chile, recogió la depresión económico-crepuscular del martirio de Balmaceda, a las orillas
del enorme Mar del Sur de Antofagasta, en donde sucede la infancia maravillosa de esta criatura
nueva, en quien la imaginación aporta el aborigen prehistórico al insular y a la heredad de la España
de su antepasado conquistador
y "LETRADO" Por eso adentro de la pequeña colegiala
morena ruge el castillo feudal,
y
el barco pirata y los estruendosos y descomunales prisioneros, acarician a la doncella
en la novela de humo. El ilustre, irremediable
rol arcaico resuena su querella en las Caballerías
polvosas, el juglar
trovador y el clérigo
de la retórica
dan prestancia al lenguaje infantil del
subconsciente, completamente inocente
y profundo de tradición, y la niñita
de asombro produce
estupor en la familia, mientras de la mañana al atardecer, sueña frente a frente
al gran Océano empapada de romanticismo. Deslumbra
y se deslumbra en las Veladas
de Gala del Municipal
del "CENTENARIO," en aquel Santiago de ese entonces
lejano, con la mansión
señorial de las "Cúpulas de Oro" del
"cateador" afortunado,
ya derrumbándose de herrumbre en su antiguo esplendor
de sol de invierno del dinero. Brillaron sus
"TOILETTES" de miel y violetas, en los saraos de boato de los vecinos
acaudalados
de la Plaza del Brasil o de la Quinta o de la Plaza de Yungay, barrios de lujo del 910,
en los que la juventud danzaba los dulces melancólicos valses y ella recibió
el homenaje adolescente, como lo concentró cuando publicó "LO QUE ME DIJO EL SILENCIO"
y "HORAS DE SOL," al rebotar
todos los elogios en su corazón de Octubre.
Éramos a los 21 años de edad, cuando nos casamos, y Winétt compartió la soledad
y el odio de polvo que cercaba el nombre candente
de su marido, yo, con heroísmo
colosal, aunque, (lo declaro congratulado), los obscuros "equivocados," únicamente la hirieron cuando me mordieron en la gran tiniebla,
en la cual vivimos días de grandeza
y de miseria con igual estado de alma.
A una distancia
de treinta y tantos largos años ya, de aquellas grandes
bellezas, cru- zando
en vuelo de fuego continental el Hemisferio, vivimos los peligros del avión en las
largas jornadas y ella mantuvo la misma sonrisa
de la serenidad suprema, que mantuvo cuando se nos aclamó en el Salón de los Héroes del Washington de Roosevelt, o en la Plaza
Arenas de la Capital ecuatoriana. Tal presencia acumulada
de espíritu la acrisolaba en el
trabajo de "MULTITUD," la revista que fue la obra épica de sus manos.
Y así como me acompañara en todos los momentos de la vida,
estuvo decididamente conmigo, aún en
los minutos despedazados en que yo me defendí de mis propios errores de hombre...
La sublimidad era su clima.
Su abuela paterna fue una mujer extraordinariamente buena, y su abuela materna fue una mujer extraordinariamente bella:
la una traía sangre de varones de LA COSTA, (los
viejos "ricazos," buenos y serios de Palquibudis o la Huerta eterna del Mataquito con inmenso rumor de mar adentro y hacía "versos"), y la otra la clarinada libertaria y democrática de los grandes
Matta, barbudos y caballerosos, y era una gran señora de
antaño. Y su madre fue brillante y sociable mujer de bastante
hermosura y prestancia
muy patricia. Ella las sumaba a todas, superándolas, y el gigante
aliento genial de su
poesía le renacía rugiendo desde el acerbo invierno eterno de las provincias abandonadas. Como en Cervantes. Sin embargo,
en la niña mimada, en la única hija del Militar
de Graduación, en la señorita
distinguida latía el pueblo, el pueblo de Chile y todos los pueblos del mundo, y Winétt convivió
la doctrina de Marx, ardientemente y levantó
un monumento literario inmortal a Lenin y Stalin,
llevando los principios con dignidad
y sin servirse de ellos desde "Sinfonía del Instinto" a "El Valle Pierde su Atmósfera," y desde eternamente siempre.
El mar rugía al interior
del caracol de su alma, pues era "lacustre y marina"4 de índole y comportamiento,
y la gran leyenda oceánica, con la marinería
y las leyendas de
las tripulaciones y la piratería
de romance heroico, al amor de las chimeneas otoñales, patinaba un rol viajero
en su temperamento.
Lo oceánico mitológico subterráneo herrumbraba su lenguaje tan antiquísimo como
modernísimo, con la pintura milenaria del género
humano, y no traía a la Humanidad
al poema "DESIGNÁNDOLA," sino "EXPRESÁNDOLA" en la construcción estética,
como un valor de dolor y hecho latente, originados de todas las formas heroicas de su
arte.
No era de tierra tanto como de agua su corazón
celeste. Sin postergar lo terreno categórico,
jugoso
y copioso de
tinajón
español,
que
palpitaba
en
ella,
digamos,
lo
mismo que el remoto aroma a heredad en la fruta madura.
De allí el vitreaux colosal
de sus imágenes, y el gótico-bizantino crepuscular grandioso de puesta de sol herido de su vocabulario. O el lujo de oro y pedrería de la arquitectura estupenda, en la cual saltan
la gárgola y el Infierno sobre el debate metafórico que nunca a ninguna mujer
alguna se
le entregó, en la estética.
Condensó la etapa del auge enorme industrial-minero-agrícola de Chile, en el minuto
del crepúsculo y de ahí extrajo
su estilo naturalmente y sin proponérselo, porque,
como todos los grandes exactos, ignoraba su grandeza y el valor comercial de su grandeza:
era su estilo, pero era su estilo peleándolo y conquistándolo sin influencias de ninguna
índole.
Despreciaba a los reyes del régimen
capitalista, tanto y cuanto
apreciaba a la multitud herida y encadenada. Fueron los pueblos
acerbos del Norte Verde y el mineral
abando- nado, o la ciudad deshecha y en tránsito eternamente los que originaron un doloroso subconsciente colectivo, educándola en el rigor, en el sudor, en el terror y en la tremenda verdad humana, y su atmósfera de polvorosísimo y espantosísimo don funeral emerge del
vientre negro de la tierra herida. Martillos y barretas, horadando
los subsuelos literarios, mueven sus ejes. Y, además, la vecindad
de la Zona Central
y la Frontera,
con sus establos
y sus viñedos al estío, o lagos pálidos como infinito fondo
a la miseria.
Guitarras de antaño y acordeones
de la mar antigua, barcos con pañuelos de velamen,
la vida agraria
y metropolitana de los tranquilos, forestales, antiguos
barrios en familia
y el proletariado universal a la vanguardia, eran la bandera de la poesía
más escogida del
Continente.
Innovadora en
la literatura universal, están
aquí quizás, adentro de
sus grandes figuras, los descubrimientos mayores surgiendo de entre mujeres a lo largo de toda la historia catastrófica de la especie humana,
y el añejo tam-tam de horror que resuena en
los subterráneos del poema de mujer más colosal de todas las edades y las
ciudades: "El Valle Pierde su Atmósfera," es el mismo
que conmueve, desgarrándose, el fondo de oro popular de Shakespeare.
A sus pies engendré toda mi obra.
Cuando los años usados
echen olvido grande encima de los ruidosos
engendradores de
canciones del instante, defenderá la eternidad a esta pequeña
y morena criatura genial,
en quien se complació
la vida levantándola y derrumbándola
en los abismos, a fin de extraer
de ella la esencia inmortal del dolor humano, como la última verdad del mundo.
Santiago, 25
de Octubre de 1951
1 Ninguno de los textos que aparecen en la sección "Prolegómenos a una gran expresión
de América" de
SYD, p.I-CIV,
tienen título. Utilizamos una estrella (*).
Vale para los siguientes. En: SYD, p. LXXXIX-CIV.
2 Winétt de Rokha: "EL TERROR DE EXISTIR," obra de teatro.
(Nota del autor).
No tenemos noticia
de esta obra.
3 Winétt de Rokha-Luisa Anabalón
Sánderson, nació el 7 de Juno de 1894 y murió el 7 de Agosto
de 1951. (Nota del autor).
4 Pablo de Rokha: "Aproximación a una figura," prólogo a "ONIROMANCIA." (Nota del autor). Cita del texto que reproducimos con anterioridad en
este mismo apartado.
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