LAGO SERENO
XII
En
el lago claro y sereno de mi vida interior el sol de la verdad,
deja ver a través de sus aguas,
muy al fondo, piedrecillas
con las que el dolor
trató de turbar
su mansedumbre
y limpidez. Al caer, ligeras ondas movieron la muda quietud de las aguas, ondas que se tradujeron
en gemidos cristalizados en estrofas.
¡Cuántas veces
se extasió mi espíritu1 junto al lago en una mística contemplación!
Cada una de aquellas
piedrecillas vive por sí misma;
cada una tiene
luz propia; cada una
es una idea que vaga a ciegas
en la noche de la in experiencia a través del lago claro
y sereno.
Ya es un templo de piedra inmenso y grave sin dorados tapices sin santos en los
muros donde se adora
a un Dios nunca
temido, juzgado, ni medido; ya es una caravana
de sueños que se internan
en un desierto árido de pureza y verdad en donde duermen. ruinas mostrando sus encantos a través de arenales de pecadora esencia; ya son regios
palacios poblados de hombres sabios y de mujeres sin vanidad y envidia que tratan de
mejorar la suerte moral de la humanidad;
ya es un torrente de igualdad que viene
de lo alto; ya un río de pensamientos elevados que confunden en un mismo lecho las razas,
las religiones, las artes, las grandezas hasta consolidar para siempre la paz universal; ya
un soplo extraordinario
que impregnara la atmósfera
saturando las almas de una sola
aspiración de engrandecimiento del espíritu.
¡Oh amadas piedrecillas
que en el fondo del lago claro y sereno resplandecéis a la luz del
sol de la verdad! Vivid la vida de la indiferencia hacia el desconocimiento de vuestros esfuerzos, vivid tranquilas y sonrientes que mientras más ignoradas os vea, a través de las aguas, seréis más grandes
y más amadas en mi corazón. El dolor
os formó y no habrá,
os
lo aseguro, ninguna
ilusión capaz de eclipsar el brillo excelso con que brilláis
en el fondo del lago claro y
sereno de mi vida interior.
1 Sin
tilde, p. 100.
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