PLEGARIA
XVIII
He caído1 de
rodillas ante tu imagen2 bendita, Madre santa, Virgen3 misericordiosa y buena, sin lágrimas
y muda de dolor. A ti acudo buscando
un bálsamo para calmar mi pena; solo tú sabes en qué estado se encuentra mi pobre corazón enfermo.
¡Oh! cuántas veces, María, tú me has mostrado tu gran dolor, tu mártir y santo
paso por este mísero valle
de lágrimas. ¡Cuán pequeña me encuentro para comprenderte!
Tú me dices: ¿dónde están los pesares ante los cuales sientes desmayar
tu energía? Mira los míos, el dolor de los dolores, el pesar de los pesares ¿has perdido un hijo adorado? ¿lo has visto ignominiosamente morir? Las espinas
de su frente, los clavos de sus manos
y de sus pies, la herida sangrienta y profunda
de su costado ¿han traspasado tu corazón con agudas espadas?
Madre santa, Virgen4 misericordiosa y buena, tu dolor es sin igual, tu pena in-
mensa; mas,5 la
tuya es divina y tú6 eres santa inmaculada y mi dolor es humano y
sin humano consuelo. La fe en las criaturas la he perdido; sólo7 vive en mí tu amor
divino y a él me acojo para no resbalar por la difícil pendiente llena de espinas, donde
mis pobres y cansados pies caminan.
Madre santa, Virgen8 misericordiosa y buena, desde tu trono de luz de caridad y
de amor infinito en que estás,9 mira a esta débil criatura y compadécete de ella...
Fin
1 Sin
tilde, p. 135.
2 "imájen," p. 135.
3 "Vírjen," p. 135.
4 Ídem,
p. 136.
5 "más," p. 136.
6 Sin
tilde, p. 136.
7 Ídem.
8 Ídem,
nota 121, p.136.
9 Sin
tilde, p. 137.
|