GOTERA DE DULCE DIAMANTE
Grito seguido de aquel ruido de
goznes rotos,
o de animales muertos
en las charcas,
grito arrastrado y confuso, de las criaturas al nacer,
voz oscura y dramática que me llama desde
el fondo de la tierra,
desde la infancia, sepultada al otro lado del tiempo.
Paisajes
con aguas santas y explanadas vegetales,
un enorme aerostático1 encima de los pescadores,
plaza de pueblo y mar.
El
mar que cubrió, sublimemente,
mi niñez
pequeñita y atormentada,
mirándome con su enorme ojo
acuático de animal sacrificado,
inmensa y trágica esmeralda.
Pero ahora es el viento de la ciudad cosmopolita,
el que trae olor de magnolia salvaje,
mientras se coagula el dolor de España que va por las carreteras.
Más mis
brazos desnudos se agitan bajo la luna,
son banderas de paz y de pasión,
son latigazos
de sombra, bridas de venas azules, monumentos
de arena.
Construir, construir
llorando,
construir con
orden en este desorden melancólico.
Tal vez.
A la distancia, nunca, nunca!
El papel es rojo y está frente a frente
al dolor, amenazándolo,
y el dolor es sangre
y es muerte,
como nosotros,
y mundo, y un lirio en una lágrima negra
y un yo que no podrá hundirse jamás en las tinieblas,
aunque lo echemos, como llanto.
1 "arostático"
en ambas ediciones, p. 51 y p. 136 respectivamente.
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