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Desde la cumbre
nidos de larvas cesantes en trinchera rugosa
y hogueras escondidas me abrazan
en polvareda de avestruces.
Arqueados
lotos forman un capuchón de ruidos célibes
a trechos y huecos
centelleantes en la urbe desierta de epitalamios.
Envuelto en compactas vestiduras
-malla y drama-
acurrucado en
un terraplén de dioses indiferentes, centinelas,
el Chimborazo y su buitre pelado en el infierno
por la velocidad
de los armiños.
Zonas de engarce y dominio, trágicas
creaciones, malecón,
¿ámbito subordinado, terrores formales, cubo experimental,
mangas gelatinosas, permiso taciturno, molienda fina?
Incorporadas actitudes para el cántico trovero
de epitafio,
tan violento
en travesura pagana, colonias, estelas,
equipaje,
alboradas muertas, templadas,
entelequia, colcha, estandarte,
sábana
sin mácula cruzada de rastros de serpientes voraces.
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