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Acomodada a sus pruebas
de aceite o carbón redentor,
tañía yo la
yedra-antena de un incontenible ascenso
cilíndrico.
Álamos-limoneros,
que movían en bruto cabelleras almidonadas y corniza,1
organizaban en los confines potreros inundados:
era la defensa inerte
contra la bruma de Abril y sus arpas navegantes.
Un plateado ladrón análogo al fango, blanco de llave, de candado como el alma del
/ Popol-Buh,2
se apretó frente al semi sombrío de las colinas cristianas,
ya engalanadas de sermón máximo-católico perverso
(carretas, clientela)
y vendimias
de tumulto dionysíaco3 y
sátira.
Las enredaderas
cubrían y recalcaban hongos inefables
con sombrero
de copa anárquico y corbata de relieve
infernal.
Un resabio pizarra, esbelto, de tono subido, confuso, árido,
saboreando mariscos y moluscos de estilo con oráculo
patriotero de ajenjo
entre el comercio
de los fuselajes en peregrinación.
1 "Corniza" en ASA,
p. 206 y en SYD, p. 215. Mantenemos porque creemos feminización de "cornizo" (o
"cornejo"): arbusto de la familia de las
cornáceas, y no ortografía incorrecta
de "cornisa."
2 Sic. Popol Vuh o Popol Wuj, en quiché "Libro del Consejo" o "Libro de la Comunidad."
3 De "Dionysos."
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