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Los valses
nupciales en mazurca de tentáculos prodigiosos,
cristalinos, cabalgan los cerros en construcción de olivos
y acacias de disolución, corroyéndose a la borda llorante de colonos.
Los pinos-parciales, marciales en letargo, ostentan sus "rincones" fotográficos
en la pollera almidonada del turista.
En acordes de acordeón, con
hielo brutal, narrativo,
cubriendo los planos de ensayo de apariencia y románticas,
los medallones plácidos, castellanos,
pálidos de víspera con herrumbre
dan a Bogotá, la erótica, místicas mantillas
de beatitud.
Al fondo dudable, embadurnado, incorpóreo, el declinado lila de la adolescencia
/ mañanera,
y la esquila amartillada
del gitano sin cabaña de nogal y retamo.
El labrador impávido escarbando el destino
de su silla de mimbre
sin explicarse las
telarañas del semblante y su pipa funeral.
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