*
Por los acantilados, orillando amapolas hostiles, resaca de ébano,
los paraguas de aquel castillo ensoberbecido, anónimo,
rutilante, mortal de horcas
/cansadas.
Agonía de mañana, aspirando el retorno
completo de las alondras cantábricas,
evocando
el ósculo natal de tantas vírgenes incaicas, incensario,
relacionando tinieblas tenaces como moscas
encapuchadas
que se llevaron el clamor sentimental de las pupilas
y la estatura vencida, en decadencia, por el tic-tac frondoso.
Un firmamento en júbilo, original, inmenso,
de joyel,
pastoreaba las máquinas
de acero ilustre y bayonetas
escoltando a Roosevelt, vecino
paternal, unánime,
señalado ya por la caricia de entumecida postura
a cuestas de un ángel pregonero,
perdido y enigmático.
Perfil
marino, oxigenado, a mucha altura culpable,
bordando con filigranas de lógica las
sienes triunfantes;
la salvia total, quemante,
enfriada por meditación
en la bifurcación
de petrificados oleajes antiguos.
|