LA PREGUNTA RUBIA
Era el cuarto,
una antigua casa de ratones,
mugrienta y oscura.
Tiznaba el pan
el humo negro y anarquista
del fogón.
¡Dolor que ya no acierta a ser dolor,
de tan aburrido, de tan repetido
y tan cuotidiano!
Él, zapatero renegado,
ella, seno de trapo
y mirada caída de hoja.
De
los días azules,
sólo vieron anocheceres,
hierro, suelas,
utensilios enmohecidos.
El sordo maldecir,
la palabrota obscena y manoseada,
danzaba en las bocas
amargas.
Sólo de
cuando en cuando
caía un trino de las vigas.
"Mujer," ¿pusiste agua al canario?
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